Por David R. Lorenzo
Ver maltratar o asesinar a un niño, incluyendo a los recién nacidos, produce en la mayoría de los seres humanos un rechazo total, lloro, protestas, indignación, impotencia, rabia, cólera y hasta deseo de aplicar justicia por nuestras manos.
Incluso, si el recién nacido sobrevivió al vientre y es el producto de una violación, de un incesto o vino al mundo con alguna enfermedad o mal formación, ninguna sociedad permitirá que sea eliminado, porque inclusive en algunos casos, como en la segregación, tendrá muchos más derechos a existir que otros normales.
En la muchos países esos niños son altamente protegidos, y los padres hasta reciben subsidios económicos y asistencias médicas y psicológicas, gratuitas.
Así las cosas, a nadie se le ocurrirá, al menos que no esté loco, proponer que a los niños que nacen productos de un incesto, una violación, un síndrome, una deformación o una parálisis cerebral deban ser eliminados o asesinados, porque como no tienen derechos a vivir en el vientre, tampoco lo deberían tener fuera de él.
Pero, por el contrario, que se desmembre un feto dentro de un útero, a mucha gente no le produce ningún remordimiento ni dolor, sino por el contrario, miles participan en marchas multitudinarias, con cartelones y consignas para que eso se lleve a cabo y hasta enarbolan «teorías» a favor de la mujer, para que eso se realice.
Y ese acto, impropio de la naturaleza humana ¿por qué se produce? Simple, porque esa muerte cruel no se firma, ni se da a conocer al público, ni a los padres, y en la mayoría de los casos, sólo el personal médico la presencia sin inmutarse y sin remordimientos.
El llanto del feto no se escucha en el vientre. Solo el feto, indefenso y sin nadie que lo ayude, ni siguiera su madre, grita en su interior y siente su dolor en su peor momento de su corta vida, hasta que se desangra y deja de existir.
Por el contrario, un violador o un asesino en series encontrarán en este mundo leyes que los defiendan y protejan. Hasta un árbol que lo talen, hallará personas que se apiaden de él, pero con un no nacido es diferente, porque que su desmembramiento se convierte en júbilo para millones de personas.
Entonces, como he dicho en otras ocasiones, el problema está en el útero, que se ha convertido en el lugar más inseguro para la vida humana, en este mundo de hoy, donde lo absurdo prevalece en la mente de una gran parte de los hombres y mujeres de este mundo. Que Dios tenga piedad de nosotros.