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La historia del boom de “Gangnam Style” y la caída de su creador en las adicciones

Por Matías Bauso (Infobae.com

Una escena de la que fui testigo hace unos meses. Una fecha festiva en un colegio primario de la Ciudad de Buenos Aires. Un patio enorme lleno de chicos de primero a quinto grado. Mantienen la distancia social. Por los altoparlantes pasan música. Algunos bailan, otros hablan entre sí. Unos pocos no cumplen con las reglas y se corren jugando a la mancha. De pronto la canción cambia y todos (o al menos el 90 % de los chicos) se ponen a bailar. No de cualquier manera. Siguen una coreografía. Hacen como que montan un caballo, cruzan los brazos por delante hasta que levantan el derecho emulando el movimiento de un lazo. Gangnam Style ha hecho su magia.

El 15 de julio de 2012 aparecía en Corea del Sur el single de un artista pop local de cierto éxito. Era el anticipo de su sexto álbum. PSY (por psycho) tenía unas módicas esperanzas. Entrar en los charts de su país, que el tema se instalara en las redes y así lograr que más público fuera a sus shows.

Tenía 35 años, su aspecto no era el de un galán de esos a los que el público sigue sin interesarle lo que canten, su voz lejos está de ser un prodigio y sus antecedentes no permitían creer que consiguiera algo más que repercusión en su país. No entra en el molde del típico ídolo teen del K-Pop. Pero su canción explotó gracias al video y en especial a la manera en que PSY bailaba en él.

Una base de música electrónica, un rapeo en coreano y un estribillo que repite el título de la canción. Nadie hubiera apostado a esa fórmula. Pero pasó lo que pasa en estas épocas. A alguien le parecieron divertidos los pasos del video y lo hizo circular por las redes sociales. Esa publicación se fue compartiendo hasta que también lo hizo algún famoso o algún influencer. El efecto de viralización tomó una velocidad inusitada. En pocos días eran millones los que habían visto el video. Quien pensó el término “viralizar” era un maestro de la precisión. Es fácil decirlo ahora en tiempos pandémicos en los que todos aprendimos algo de infectología. Primero un brote después la epidemia, la dispersión incontenible por todo el mundo.

Gangnam Style se convirtió en la canción más reproducida en la historia de YouTube. En la actualidad pasó los 4 mil millones de reproducciones (solo la superó después See You Again de Wiz Khalifa con más de 5 mil millones).

Psy se convirtió en una estrella mundial. Apariciones en todo el mundo, dúos con Madonna, participaciones televisivas con Britney Spears, publicidades, recitales multitudinarios. Todos querían imitar su coreografía.

Gangnam es un barrio residencial de Seúl, uno de los más caros y exclusivos. La letra de la canción, según los que saben coreano y las traducciones que se pueden leer en la red, se burla de ese estilo de vida, parodia las costumbres de las clases altas. Caricaturiza a los residentes en él, alejados de los problemas y que miran con soberbia a los de su alrededor. Aunque también la canción muestra cómo los que no viven allí, desean hacerlo.

Pero, lo cierto, es que casi nadie sabe lo que dice la letra mientras simula andar a caballo y que revolea un lazo por encima de su cabeza.

PSY -su nombre real es Park Jae-Sang– nació a fines de 1977 en una familia acomodada, de esas de las que se burla en su canción. Estudió música en Berklee e inició varias carreras universitarias que dejó truncas para dedicarse a la música pese al descontento de su familia.

Fue detenido algunas veces por su problemas con el alcohol y las drogas y, también, por el intento de esquivar los dos años obligatorios de servicio militar que existen en Corea del Sur.

Obtuvo varios hits en Corea con sus primeros cinco álbumes. Los dos primeros se vieron beneficiados por un intento de censura y por la polémica que se desató por lo que alguien consideró inapropiado en sus letras. Jugaba con la obscenidad, con la procacidad, con el escándalo. En sus piezas visuales también trataba de atraer la mirada de un público masivo sobre sus creaciones. Sus coreografías eran llamativas. En el video que todos vimos se abismó en el ridículo, extremó el límite. Tenía más posibilidades de que se rieran de él que de ser imitado. La apuesta le salió bien. Hizo saltar la banca. Buscó llamar la atención y, decididamente, lo consiguió.

El éxito le pasó factura a PSY: “Si estoy contento, tomo; si estoy triste, tomo; si llueve, tomo; si hay sol, tomo. Solo estoy sobrio cuando tengo resaca”, le dijo al Sunday Times unos años atrás. Su vida privada se convirtió en un pequeño infierno. Además de retomar su adicción al alcohol, la relación con su esposa se deshizo. La presión del éxito lo agobió. Pero principalmente lo preocupaba saber que había alcanzado la cima de su carrera. No podía disfrutar de lo que estaba viviendo porque sabía que ya no volvería a lograrlo, que eso sería imposible. Sin embargo se puso esa presión encima. Quería, necesitaba repetir el fenómeno de Gangnam Style. Así fue como el lanzamiento de Gentlemen, la canción que siguió a su tema insignia, se convirtió en un rotundo fracaso para él. Sin embargo el video pasó los mil millones de reproducciones, una marca que solo cuarenta videos habían superado en toda la historia de YouTube. Y entró en el Guinness de los récords por ser el video más visto el mismo día en que fue subido. Un fracaso que a cualquiera le gustaría transitar. PSY había perdido la proporción y eso lo llevó a su caída personal. Nada era suficiente.

Replicar ese éxito era algo imposible. Por dimensiones y por la naturaleza del suceso. Gangnam Style fue un fenómeno. No responde a reglas, ni a una consecución de eventos diagramados. Buscando repetir el impacto sólo logró imitarse a sí mismo. Eso provocó que no se diera cuenta que con Gentlemen y sus mil millones de reproducciones, lo había hecho de nuevo. Pero esa canción y las siguientes sólo fueron una especie de resaca para él.

Todo el tiempo hablamos de reproducciones. Otro de los efectos de la canción y de su monumental difusión fue sincerar a la industria y sus mediciones. A partir de Gangnam Style se cambió la manera en que los rankings son confeccionados. Ya las ventas y la pasadas en las radios no son representativas del éxito de una canción. Las escuchas en streaming y las reproducciones de los videos son imprescindibles para conocer cuánto es escuchada una canción. Y Gangnam Style se escuchó durante años en cada rincón del mundo.

Pese a la difusión de la canción, PSY, fuera de Corea, disfruta de un cierto anonimato. “Sin anteojos de sol, no me reconoce nadie. Para pasar desapercibido sólo tengo que guardar los lentes en mi saco”, dijo.

En Corea se presenta ante grandes auditorios. Pero en el resto del mundo, él sabe que carece de repertorio conocido para atraer multitudes en vivo: no puede cantar y bailar Gangnam Style durante una hora y media. “Los recitales son grandes fiestas, son para compartir, que todos sientan lo mismo en el mismo lugar. Tengo muchas canciones exitosas en Corea, pero aún necesito más hits a nivel global. Cuando considere que tengo suficientes canciones para compartir con mucha gente, voy a empezar a pensar en hacer conciertos en el extranjero” dijo en una entrevista.

El suceso de su canción (y su baile) no solo le sirvió para recaudar y hacerse mundialmente famoso. Su compatriota Ban-Ki Moon, el Secretario General de las Naciones Unidas lo designó embajador de Unicef.

La vida de Psy se aquietó en los últimos tiempos. La canción se convirtió en una referencia pop moderna, una especie de objeto de uso cotidiano, algo que (casi) todo el mundo conoce. Las referencias en la vida diaria, en la televisión y en el cine son múltiples. Gangnam Style inefablemente se convirtió en la canción más popular de la última década.

PSY lo sigue intentando, aunque todos sepamos, aún él mismo, que no lo logrará de nuevo. Nadie sabe cómo ocurrió. Esa especie de alquimia moderna que hace que algo se expanda por el mundo a una velocidad furiosa. La fórmula para que una canción (o una película, una serie, un libro) se imponga ni siquiera es secreta. Es desconocida. Eso mismo piensa PSY que cuando le preguntaron sobre el asunto, respondió: “Es el misterio más grande con el que me enfrenté. En Corea venía haciendo cosas parecidas durante los últimos años. La gente es la que hace el fenómeno y yo desconozco las razones”.

Si conociera ese secreto lo habría hecho de nuevo. De todas maneras, lo sigue intentando.

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