Por Indika Ki Som
El tercer emperador de Roma, conocido como Calígula, tenía un profundo amor por su caballo favorito, llamado Incitatus (Impetu).
Calígula, uno de los emperadores romanos con peor fama, era conocido por su mal carácter y déspota, que finalmente lo llevó a ser asesinado. Tras su muerte se escribieron numerosas historias sobre sus caprichos y locuras; una de las más conocidas, es su intención de convertir a su caballo en cónsul, una de las máximas magistraturas romanas.
El caballo se llamaba Incitatus y era el preferido del emperador, que sentía verdadera devoción por él. Caligula estaba figurativamente enamorado de su caballo, de hecho estaba absolutamente seguro que este le hablaba y que sería el único que no lo traicionaría.
Tanto aprecio le tuvo a este equino que el emperador ordenó construirle unas caballerizas de mármol decorado con detalles teñidos de costosísima purpura, una estatua de marfil y una alimentación a base de copos de avena, marisco y pollo, en una villa con sirvientes dedicados exclusivamente a su cuidado.
Tomaba parte en las carreras de caballos y Calígula dormía a su lado la noche anterior a una competición; para que descansase bien se decretaba un silencio total, ya que por lo general, la noche en Roma era muy ruidosa, e incumplirlo suponía la pena de muerte.
En la única ocasión en la que Incitatus perdió una carrera, Calígula ordenó ejecutar al auriga (el conductor del carro) lo más lentamente posible para alargar su
sufrimiento.
Según escritos romanos, en varias ocasiones anunció su intención de nombrar a Incitatus cónsul, posiblemente para ridiculizar a los senadores y demostrarles que su papel y dignidad le importaban bien poco y que un caballo podía desempeñar perfectamente las mismas funciones que ellos.
Actualmente se duda de la veracidad de esta anécdota, varios historiadores hacen análisis profundos y estratégicos de las verdaderas intenciones de Calígula, y algunos opinan que puede ser que esta historia fuera una broma del propio Calígula, que tenía un extraño sentido del humor, y que la hubieran tom