La maldición que perseguía a Edgar Allan Poe quizá fuera tan sólo una argucia que Rufus Wilmot Griswold, editor, poeta, crítico literario y enemigo del propio Poe, inventó tras la muerte del autor norteamericano el 7 de octubre de 1849 en Baltimore, Estados Unidos.
En la biografía de Poe, Wilmot, lo tachó de adicto al alcohol y a los estupefacientes. Pero, según cuentan algunos especialistas, Poe era intolerante al alcohol y el sórdido ambiente de los bares le resultaba muy desagradable. Estas mísmas fuentes explican que antes de morir, el propio Poe contó a su circulo mas íntimo que «le estaban persiguiendo».
UN PERFECTO «CABALLERO DEL SUR»
Edgar Allan Poe nació en Boston el 19 de enero de 1809, y como cuenta la tradición popular, lo hizo con muy «mala estrella». Hijo de unos mediocres actores de teatro, quedó huérfano antes de cumplir los tres años. Un acomodado y próspero hombre de negocios, John Allan, que vivía junto a su esposa Frances en Richmond, Virginia, acogió al pequeño Edgar y aunque éste tomó el apellido del padrastro y creció en su hogar, nunca llego a ser adoptado legalmente.
Aunque Edgar Allan Poe se consideró un «caballero del Sur», ser huérfano conllevaba un estigma que en la aristocrática y clasista sociedad del Sur de los Estados Unidos era muy difícil de evitar.
Poe nunca cuestionó los valores con los cuales fue educado: escepticismo ante el progreso y la democracia, exaltación de la mujer en su papel de esposa y madre, justificación de la esclavitud, idealización del feudalismo medieval y desprecio por el maquinismo.
El 30 de enero de 1847, su esposa Virginia murió a causa de la tuberculosis y según cuentan los amigos de Poe, éste siguió todo el cortejo funerario ataviado con su vieja capa de cadete, una prenda que durante meses había sido la única ropa de abrigo que había habido sobre la cama de Virginia.
Tras la muerte de su esposa, Poe entabló relaciones con varias mujeres, pero nunca llegaron a buen puerto debido a su difícil carácter y a los problemas que seguía teniendo con la bebida.
A pesar del estado de desesperación en el que había caído el escritor, fue en ese entonces cuando escribió obras tan relevantes como Ulalume, y un décimo y alucinado ensayo cosmogónico al que llamó Eureka, que a la postre sería el último libro publicado por Poe.
DESAPARICIÓN Y MUERTE
En 1849, Poe concertó un matrimonio con Sarah Elmira Royster, y a pesar de que todos sus allegados lo vieran entusiasmado e incluso feliz con el proyecto, Poe un día desapareció y se le perdió el rastro. El 3 de octubre de ese mismo año, Poe fue hallado en las calles de Baltimore en estado de delirio, «muy angustiado, y necesitado de ayuda inmediata».
Fue trasladado por su viejo amigo James E. Snodgrass al Washington College Hospital, donde murió el domingo 7 de octubre de 1849, a las cinco de la madrugada. En ningún momento fue capaz de explicar cómo había llegado a dicha situación, ni por qué motivo llevaba ropas que no eran suyas.
La leyenda cuenta que en sus últimos momentos invocó obsesivamente a un tal Reynolds (el explorador que le había servido de referente para su novela de aventuras fantásticas La narración de Arthur Gordon Pym). Sus últimas palabras fueron: «¡Que Dios ayude a mi pobre alma!».
Tanto los informes médicos como el certificado de defunción se perdieron. Los periódicos de la época dijeron que la muerte del genio del misterio se debió a una «congestión» o a una «inflamación» cerebral. Con este eufemismo se solía encubrir en la época los fallecimientos por motivos más o menos vergonzantes, como era el caso del alcoholismo…